04 octubre 2011

7 agosto 2010 - Sobre el glaciar

Nos vamos, son las 12:15 h. Ha habido un cambio de cordadas, Oso irá con la de Juanjo y Raúl con la de Pepe. A la salida del refugio nos encontramos una noche estrellada, la cosa empieza bien. Comenzamos a subir. El camino es nuevo para mí, pero es el mismo por el que ha subido el resto la mañana anterior, es bastante pendiente, pero el sendero está muy marcado. Pepe se para, quiere regresar, aún está muy débil y siente que las fuerzas le flaquean. Raúl lo acompañará hasta el refugio y allí están Javichu y Serbal. Yo sigo adelante.

Hemos tenido que colocarnos los crampones, normalmente son innecesarios en esta zona, pero el tiempo está cambiando radicalmente las condiciones de la montaña. Sigue el avance a la luz de los frontales. Duras cuestas, una pequeña bajada y nos detenemos. A partir de este punto comienza el glaciar y  hay que encordarse. Yo estoy sin guía, Raúl todavía no ha llegado. Las diferentes cordadas van saliendo siguiendo instrucciones del Águila. A lo lejos ya he visto la luz de un frontal acercándose.

Cuando Raúl llega a mi lado todo el mundo ha comenzado la ascensión. Le sujeto los guantes mientras nos encordamos. Comenzamos a conectar. Empezamos a caminar muy retrasados de los otros. Vemos luces a cierta distancia de nosotros. Paso lento, pero sin pausa. Raúl me pregunta “Elena, ¿cómo vas?”. Bien, bien, voy bien, la motivación siempre es una energía adicional y esencial. Comienza a nevar intensamente y sigo tras los pasos de Raúl. A lo lejos lio de frontales. Nos detenemos para compartir un poco de té, con las prisas del “desayuno” no le he puesto vaso al termo … Una cordada baja, son  Carlinos y Marino junto con Juan Carlos, se han encontrado mal, la altura no nos está dando tregua ... Nosotros dos proseguimos. Al rato los frontales caminan en sentido contrario a nosotros, todos se dan la vuelta, es una decisión de los  guías. Cuando nos cruzamos también cambiamos nuestro rumbo. Durante la bajada Raúl me indica que yo vaya delante.
Llegamos a la zona donde podemos desencordarnos. Parece que la cordada de Marino y Carlinos ha tomado una dirección errónea, ahora ya vienen hacia nosotros. Los esperamos bebiendo té y haciendo fotos del momento. Estoy radiante, me he sentido bien en la subida.

Raúl y Camparina



                     
Los chicos
Las chicas
Cuando llegan  Marino está encordado y así bajará todo el camino. Un momento de confusión, parece que los guías no saben por dónde tenemos que bajar.  Les ofrecemos el GPS donde tenemos el track de la subida, pero no les interesa. Las nuevas tecnologías no han llegado aquí todavía, creo que más por mentalidad que por un tema económico. Encuentran fácilmente el camino. Llega un punto donde deciden montar un rapel usando un nudo dinámico al mosquetón. Pocos minutos después estamos en el refugio.


El material se queda en el comedor, está pingando. Nosotros al saco. Son las cinco de la mañana. Duermo un rato, aproximadamente una hora y me despierto con mal cuerpo y mucho frío. Tengo que sentarme, en esta posición el malestar disminuye. Todos duermen. Odio esta situación que tanto se está repitiendo durante este viaje. Mi salvación, Paco se levanta y yo con él.
Bajamos al comedor donde están los guías. A pesar del tiempo criminal que tenemos y debido a eso de que la percepción del mundo es debido al cristal de las gafas que tengamos Paco decide que ha visto un tiempo excepcional para subir al Cayambe y así se lo hace saber a los guías. No había porqué darse la vuelta, nos acojonamos por nada ...


A las 10:00 h llegas el pick-up que hemos contratados para que nos baje los petates. Hay otro para los guías, Carlinos aún no ha superado el malestar y baja con ellos. El resto vamos caminando. Primero entre la ventisca, después el tiempo va mejorando y al perder la altura desaparece la nieve. Reencuentro con Emilio, no sabe lo que nos alegramos de volver a verlo. Los días vividos en el refugio han sido muy duros, la altura no ha perdonado.


Bajada de Cayambe
Nos dan la opción de usar el pick-up. Patri, Toño y yo la aceptamos gustosamente. La experiencia de subida en el bus no ha sido nada agradable. El chófer es un hombre de mediana edad y muy parlanchín. Atravesamos el paralelo cero. Durante el camino recogemos gente que se acomodan en la parte de atrás del vehículo que es descubierta. Primero dos niños y luego a una familia entera. Nos damos cuenta que es un taxi ya que cuando los pasajeros se bajan pagan la carrera.


Cruce de carros durante la bajada de Cayambe
Entramos en Cayambe a almorzar, lo que podemos ver fuera del autobús no nos gusta. Llevamos dos días encerrados en un refugio a  base de Neubrofen y Fortasec. Hoy queremos comer bien y en un sitio limpio. Rodrigo capta el mensaje y decide comer en ruta antes de llegar a Quito.  El restaurante se llama “El Típico Locro” donde nos encontramos un cartel con instrucciones muy precisas en el aseo.



Al fin, tras otro rato de autobús, de nuevo, en el Hotel San Francisco de Quito. El Águila se despide de nosotros hasta la mañana siguiente. Esta vez duermo en la habitación 11 que está situada en el patio principal, en las habitaciones contiguas están otros Gecos. Ducha, pequeña colada y salimos a dar una vuelta. La ciudad está muy animada, se celebra el Bicentenario de la Independencia y para festejarlo en cada plaza existe un escenario. Aprovechamos este rato de ocio antes de la cena para aprovisionarnos, sobre todo, de medicinas antidiarreicas mientras deambulamos por el centro.
La cena es el restaurante del hotel. Lo esperado: malísima. El tamal de maíz, plato de pollo y mouse de limón con merengue no gusta.


Volvemos a la calle con la intención de re-cenar en la Ronda un trozo de pizza. Hay un gran ambiente, llamándonos especialmente la atención un local donde está cantando un cantautor al que las chicas le hacemos los coros desde la puerta. Nos vamos, los paisanos no quieren entrar allí ¿Por qué será? Volvemos a la plaza San Francisco, allí sobre el escenario un grupo argentino. No es lo mismo. No conocemos ninguna canción ...


Otra vez estamos en la cabecera de la Ronda,  justo enfrente de otro escenario, la música es más movida que la anterior, pero tampoco nos termina de convencer.


Noche en Quito
Ronda abajo, gente a reventar y nos decidimos por el garito de nombre “La Leyenda”. Dentro está Charlie, el cantautor que ya conocíamos de antes. Al final el criterio de las chicas triunfa. El local es muy pequeño y todas las mesas están llenas, parece que no tendremos suerte. El dueño quiere vender y, de repente, perplejos, vemos como levanta a parte de los clientes para recolocarlos en otras mesas. Ya está, en un periquete ha dispuesto dos mesas para el grupo de españoles. Nos recibe con un discurso de bienvenida en clave de confraternización entre los dos países en este día festivo y nos “invita” a tomar un cóctel de nombre cucaracha. Picamos como pininos y aceptamos. 


El cóctel es cuestión es alcohol puro quemado, muy llamativo al servirlo a media luz y con la llama aún activa.


Tomando cucarachas
Charlie, quien terminará la noche con el apellido del "El moñas" arranca con el Caminante no hay camino de Serrat, seguido del clásico de Sabina, Princesa. Un público enloquecido corea todos sus acordes. Las cucarachas van cayendo y nos decantamos por una ronda de cervezas, al final en estas lides siempre es mejor irse a lo tradicional.


Poco a poco la locura se va desatando. En la mesa de enfrente un grupo de colombianos, entre ellos una chica que hace gala de la famosa belleza de las mujeres de este país. Charlie sigue deleitándonos con su música, intercalando éxitos sudamericanos con temas clásicos y conocidos por nosotros como Así estoy yo sin ti de Sabina o La quiero a morir.
Suena el Breve espacio en que no estás de Pablo Milanés. Una de las guindas que hizo de esta velada uno de esos momentos perfectos con los que a veces te sorprende la vida y que siempre tienen como trasfondo el de estar en buena compañía.


Todavía quedan restos de humedad, 
sus olores llenan ya mi soledad,
en la cama su silueta se dibuja cual promesa
de llenar el breve espacio en que no está...
Todavía yo no sé si volverá, 
nadie sabe, al día siguiente, lo que hará.
Rompe todos mis esquemas, no confiesa ni una pena,
no me pide nada a cambio de lo que dá.
Suele ser violenta y tierna, 
no habla de uniones eternas,
mas se entrega cual si hubiera sólo un día para amar.
No comparte una reunión,
mas le gusta la canción que comprometa su pensar.
Todavía no pregunté «¿te quedarás?».
Temo mucho a la respuesta de un «jamás».
La prefiero compartida antes que vaciar mi vida,
no es perfecta 
mas se acerca a lo que yo simplemente soñé...



Las chicas colombianas piden insistentemente algo de Andrés Cepeda, entre nuestras filas se oyen otras solicitando Barón Rojo. Nuestras sugerencias no tiene éxito y Charlie se decide por Caballo de la sábana que algún Geco hasta se anima a bailar. A partir de aquí, la mesa más alegre de la noche quiteña, ya en pie, baila en un corro al que se le unen otros clientes de la La leyenda. 


Charlie Busto
Nos despedimos de Charlie previa compra de sus grandes éxitos y a la una llegamos a la hotel dispuestos a dormir como ya hace tiempo que no recordamos.


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