25 agosto 2011

2 julio 2010 - Explorando el terreno

Nuestra cita con el grupo es a las 9:30 h con la mochila preparada en el Camping Gletscherdorf. Allí nos encontramos con todos, la noche les ha sentado bien. Hay un sol radiante y nuestro objetivo es la estación intermedia de nombre Klein Scheidegg, punto en el que confluyen los trenes que suben desde Grindelwald y Lauterbrunnen y en el que es preciso apearse para coger al tren que sube directo al Jungfraujoch. Desde donde nos encontramos ya lo podemos divisarla a lo lejos.

Atravesamos el camino de grava que atraviesa longitudinalmente el camping dejando a ambos lados las caravanas de los veraneantes. Salimos a un sendero asfaltado, existen miles de este tipo en Grindelwald, hasta llegar al río. De manera paulatina, vamos ganando altura por senderos perfectamente marcados.



Vuelve el calor. Me recuerda al de la excursión del mes de mayo al Recuencu. El camino está salpicado de fuentes tradicionales de madera que calman nuestra sed con su fresca agua y de pequeñas cabañas bajo las que refugiarse del sol abrasador.


Trinkenwasser
Mientras Grindelwald se hace pequeño a nuestra izquierda el Eiger nos va mostrando, cada vez más cercana, su majestuosa cara norte. En nuestro caminar nos acompañan los trenes ascienden por la vía cercana, arribando, seguro, al enlace con el Jungfraubahn.




Klein Scheidegg. Tiendas de souvenirs, bares y atestada de grupos de orientales. Realmente Pedro el de Oxígeno no se equivocó con lo que éste era el tren más turístico de Alpes. Al otro lado de la vía, universo de hielo y roca coronado por el Jungfrau. Jungfrau, “La Doncella”, 4.158 m, uno de los Picos dentro de la lista. Ya en este momento se me antojó intratable. Las montañas engañan, pensé, desde la otra cara será más fácil su ascensión. El bocata lo tomamos sobre el hangar del tren. Gran depósito cuyo tejado cubierto de hierba sirvió de parapeto desde que contemplar descolgarse glaciares y cascadas hacia el valle. Vistas de excepción.
El regreso al camping nos lo indican negros nubarrones. Nos vamos contentos con la exploración. En unas horas volveremos de nuevo a la estación intermedia, pero esta vez justo el tiempo de cambiar al tren con destino a las nubes.
A mitad del camino nos encontramos un self service made in Suiza. Una nevera que se abastece eléctricamente a través de una placa solar colocada sobre el tejado de la pequeña caseta que la contiene. Dentro trozos de queso envasados al vacío y convenientemente etiquetados con su precio, a su lado un bote a modo de caja lleno del hoy tan deseado cash. ¿Están locos estos suizos? Estamos asombrados y nos sentimos unos bárbaros con la cultura de vida pícara tan arraigada en nuestro país, pensamos que si colocaran algo así aquí no quedarían ni las maderas.
En las primeras cabañas a la entrada a Grindelwald el cielo cae sobre nosotros. Inés, Juanjo y yo vamos más rezagados y nos resguardamos en una cabaña al lado de una pila perfectamente formada de madera. Ese olor del agua al mezclarse con el terreno, la madera y la yerba es absolutamente familiar. La tormenta es más fuerte que la del día anterior, incluso graniza. En cuanto amaina salimos de nuestro cobijo camino a casa. Al final nuestro paseo se ha convertido en 20 km y 1000 m de desnivel.
Ya en el camping, tras la típica cena en estos casos, tenemos por delante a la ardua tarea de la preparación de la mochila para tres días y dos noches en altura. Jose inventa una nueva técnica dentro de la logística montañera: dentro de la mochila grande introduce una pequeña de ataque a la cumbre, este método le permitirá una rapidez inusitada en el refugio. Completar este complejo sistema le ha llevado una hora y media de reloj. Mañana comprobará su eficacia.
Hoy toca dormir en el suelo sobre una esterilla que realiza funciones más aislantes que de confort. A pesar de esta incomodidad me duermo feliz. Mañana contemplaré de cerca las grandes montañas el Oberland Bernés.

1 julio 2010 - Grindelwald


Me despierto con ganas de seguir, consciente de que cada minuto que no nos movamos retrasará nuestra llegada a destino. Con las primeras luces reanudamos la marcha, por primera vez desde que salimos de Asturias existe fluidez en la conducción por la A7 francesa de tres carriles. Contactamos con Dani, ellos se han decidido por la ruta intermedia y están llegando a Bordeaux. ¡No les queda nada!


Medio día, llegamos a la frontera Suiza por Geneva. Epicentro actual de la ciencia mundial. El CERN está cerca  y, quizás bajo nuestros pies, el LHC. Me acuerdo de Patricia que ha sacrificado Alpes por la Ciencia. A escasos 100 m vemos una caseta de cambio y nos detenemos.  Los suizos no han entrado en el euro y necesitamos algo de calderilla. Recordando un paso anterior por el país sé que es necesario disponer de una tarjeta de validez anual para circular por las autopistas estatales. Preguntamos a la señora cincuentona de la casa de cambios que nos responde en perfecto inglés confirmando la necesidad de disponer de la viñete. Recogemos un plano y reprogramamos el GPS para evitar la autoestrade ¡grosso error!. Tras un tedioso callejeo por Geneva circulamos por una carreterita que bordea el Lago Leman por el Norte, preciosa, pero nuestra velocidad media no supera los 50 km/h. Hemos perdido más de una hora. El calor fuera es insoportable y como escolares sólo nos preguntamos cuánto falta. Cambio idea, directos a la autopista y a comprar la viñete ¡será por perres! Al final sólo son unos 30 €,  no hay que pagar en las autopistas y son fabulosas. Rectificar es de sabios.

Lago Leman
Antes de llegar a Bern nos detenemos a comer en un área de descanso, filetes del xatín de güelita,  sólo restan 2 horas. Buena carretera, bordeamos la capital suiza, no puedo evitar la pena que siento en pasar tan cerca de los sitios y no poder visitarlos, de repente ante nuestros ojos se abre el lago Thuner. La carretera discurre justo al borde mismo. Esbeltas montañas verdes emergen en derredor de este mar de agua dulce. Interlaken, ciudad entre dos lagos, el Thurner y el Brienz, queda a nuestra izquierda justo en el desvío que nos conducirá a Grindelwald donde llegamos a las 16:00 h.

Grindelwald presidido por el Eiger
Directos a la oficina de turismo, necesitamos conocer la previsión meteorológica para los próximos días e información sobre la montaña. Pequeña espera por una chica experta en el tema que nos desmitifica la dificultad técnica del Mönch y el Jungfrau, aunque este último no lo recomienda por la existencia de una gran grieta en la antesala de la cumbre y un elevado riesgo de caída de rocas. El día anterior los guías locales se han dado la vuelta. Como alternativa propone el Finsterarhorn. Sorpresa desagradable, el Jungfraubahn, tren que conduce al Jungfraujoch, cuesta 130 francos, unos 100 €.

31 grados, bochorno insoportable, estaba cantado, tormenta de verano. Los angelinos no debieron de mexar en meses. Sacamos nuestro lado burgués acusado por el estado de agotamiento y los calderos de agua que caen y nos decidimos por pasar la noche la Naturfreundehaus, albergue encantador en la parte alta del pueblo. No hay ganas de montar la tienda. Habitación en el último piso para los dos con vistas increíbles al glaciar y trato inmejorable de los dueños. Después de una ducha la perspectiva es otra y conseguimos preparar la mochila para los días de altura. El coche de Jose llegará sobre las ocho de la tarde y Juanjo & Cia un poco más tarde. Ya conocen nuestras coordenadas.
Naturfreundehaus
Al caer la noche una conocida furgoneta azul se aproxima por la sinuosa carretera que lleva al albergue. Caras familiares y cansadas: Juanjo, Inés, Dani y María. El tiempo ha escampado y pernoctarán en el camping junto con Juan y Jose. Se decide un cambio de planes, mañana día de transición y ruta de media montaña, la fatiga del viaje hace mella y para hacer un cuatromil es preciso estar a pleno rendimiento.

Nos dormimos contemplando el glaciar …

30 junio 2010 - Rumbo Norte


19:19 h. Comienzo de viaje. Adiós por un tiempo a la confortable vida a nivel del mar. Por delante, San Google, nos ha avanzado que nos quedan 1600 km y unas 16 horas de conducción. Una mirada a la parte de atrás del coche nos recuerda el estrés de la preparación, quizás demasiados just in case, somos novatos y no queremos fallar, al menos en la logística.

Rumbo Este, de momento, terreno conocido, estos caminos nos llevan frecuentemente a nuestros queridos Picos de Europa. Viaje tranquilo hasta el colapso antes de llegar a Bilbao, obras, desvío, pérdida de tiempo, desesperación. Finalmente cruzamos la frontera a la media noche, ya estamos en territorio gabacho. A partir de ahora autopista con una limitación de 130 km/h, a tragar kilómetros. Una pena que sea de noche y nos veamos privados de contemplar los Pirineos. Me toca turno de conducción de 2:00 a 4:00, intento cantar para evitar posibles síntomas de sueño que a estas horas intempestivas se hacen ya evidentes, conos en medio de la calzada, nos sacan de la autopista, nos las prometíamos demasiado felices …

Al alba ya hemos pasado Montpellier y viajamos dirección Norte. Entre sueños noto que el coche no tiene movimiento y se apaga el motor, nos rendimos a  Morfeo.

Primera experiencia alpina

Los Alpes son míticos. A cualquier amante de la montaña su conquista le resulta un plato muy suculento. Los conocía de lejos al abrigo de los remontes en las pistas de esquí. Medirse con ellos en un cara a cara es una experiencia muy diferente. Después de intentos fallidos ha sido el 2010 el año para conocerlos. La compañía de lujo: María, Dani, Jose, Juan, Inés, Juanjo y Pepe. Las experiencias compartidas siempre dejan un recuerdo más intenso.

¡Volveremos a vernos, ya estoy atrapada por vuestra belleza!


23 agosto 2011

3 agosto 2010 - El Fuya - Fuya

Es media noche. Desde que me acosté sólo he conseguido dormitar. Durante el resto de la noche mi compañero de habitación realiza varias visitas al baño pues tiene una diarrea bestial  acompañada de horribles vómitos que parecen salir de lo más profundo de sus entrañas. Está siendo una noche horrible y tremendamente larga. La cabeza da vueltas al amparo de la oscuridad. Siento la imperiosa necesidad de que amanezca.

Cuando comienza a clarear la luz viene acompañada del sonido de la lluvia. He dormido apenas media hora. No hemos sido los únicos que hemos sufrido, la noche ha sido movida también para otros Gecos. Creemos que se trata de una intoxicación alimenticia, pero ha dejado a varios componentes del grupo muy tocados. Con semejante panorama desayunamos. La mayoría evitamos el zumo por temor a que sea ésta la causa de que caigamos enfermos, pues creemos el agua que han utilizado la noche anterior es de la llave y no embotellada, por el contrario las rosquillas tienen buena venta. Rodrigo nos insta a que cojamos alguna para comer después. Sigo su consejo.

El plan es que quien no se encuentre con fuerzas se quede en un hotel en Otavalo, mientras el resto sube al Fuya-Fuya. Yo casi no he dormido y dudo sobre qué hacer. Me convencen para que me vaya de excursión, me ayudará en mi proceso de aclimatación. Llegamos al hotel de nombre Otavalo, está super limpio y tiene un patio central cubierto con sillones. Contrasta con la corripa en la que hemos dormido. Sentados en sillones, dignos de altos mandatarios en sus reuniones en la cumbre, dejamos a parte del personal. Antes de salir nos aprovisionamos en un super cercano: totallitas, papel higiénico, bolsas de basura, chocolate y Gatorade se encuentran entre los productos más demandados.

El acercamiento al Fuya-Fuya lo hacemos en bus. En el camino recogemos a Fernando, será el guía de apoyo a Rodrigo durante la ascensión. Subimos por una pista empedrada hasta la bella Laguna de Mojanda, fin de nuestro billete. Como ayer el día no está limpio, pero hay visibilidad suficiente para divisar nuestro objetivo.


Fuya-Fuya
Comenzamos a andar, me siento inquieta, la inmensidad que me rodea me abruma, parece que la Pachamama quiera devorarme, las pocas horas de sueño y el desasosiego vivido por la noche también contribuyen a este sentimiento. El desnivel que tenemos que salvar es de tan solo 600 metros, pero picu arriba, los caminos en zeta no tienen cabida en Ecuador.



Progresamos por un sendero dentro de un pajonal (hierba alta). Lentamente vamos ganando altura aunque el barro existente, junto con la dura pendiente hace bastante incómodo el avance. Como siempre voy en las posiciones de cola del pelotón. Alcanzamos la primera cima, es bastante amplia y en su centro hay un pequeño charco y unos antiestéticos pulgos de naranja. Desde aquí podemos avistar la cumbre principal, sólo nos separa una cresta, parece que tendremos que trepar.

Primera cumbre del Fuya-Fuya
Dejamos atrás la cumbre secundaria y, en contra de lo que pensaba, no nos dirigimos a la cresta, sino que bordeamos por la ladera y por una canal que, hasta ahora, nos quedaba oculta enfilamos hacia la cima. La canal es preciosa y está tapizada por gran variedad de plantas exóticas. Desde arriba Rodrigo nos apremia para que no nos quedemos mucho rato en la misma. 


Bajada cumbre secundaria Fuya-Fuya
Canal subida Fuya-Fuya          

En su punto más alto hay una trepada no demasiado fácil, me empujan y de aquí a la cumbre un paseo. Cuando llego ya han comenzado los festejos: gritos, fotos, banderas, besos y abrazos. Estoy llorando, sin embargo, estoy más relajada, la preocupación y ansiedad se van alejando. El paisaje me encandila, es salvaje, digno del mejor decorado de una película del Señor de los Anillos.







La bajada la realizamos justo enfrente de por donde hemos subido, la idea es hacer un circuito.  El camino está peligroso por el barro, después suaviza al llegar a los praos.


Bajando del Fuya-Fuya
Al llegar al bus nos reencontramos con Emilio que lo ha custodiado perfectamente durante nuestra ausencia, parece que han merodeado por las cercanías un par de vehículos sospechosos. En Otavalo recogemos al resto, tienen buena cara, se encuentran mucho mejor.

Nuestra siguiente parada en el camino será un centro comercial ultramoderno en la ciudad de Ibarra. Estamos al norte del país y muy cercanos a la frontera con Colombia. Esta proximidad hace que esta región sea una de las más ricas, viviendo, en esencia, de una actividad comercial. El complejo nos sorprende, hemos entrado en otra dimensión, tremendo contraste con lo que hemos visto hasta este momento de Ecuador. En el baño el papel higiénico es dispensado mediante una máquina provista de una célula fotoeléctrica que lee las manos, la farmacia es gigante y nuestras botas llenas de barro tras nuestros pasos sintamos una escoba, tiendas de última moda y el super centro ferretero donde posteriormente adquirimos unos termos para doparnos a base de mate de coca.

Supercentro ferretero


Después de hidratarnos nos vamos al carro para llegar a La Esperanza, lugar encantador con un trato exquisito de los dueños. Para los que todavía no están bien les ofrecen un té especial a base de zanahoria, sal, limón y azúcar. Tras la cena nos vamos a dormir, estamos rendidos.


22 agosto 2011

2 de agosto 2010 - La laguna de los Dioses

Llueve durante la noche.

El comedor del Aya Uma está decorado con manteles, tapices y lámparas típicas de Ecuador, la estancia está llena de color y el ambiente es muy agradable. Aquí tomaremos el que será, sin duda, el mejor desayuno del viaje. Distintas variedades de queso y pan, miel, sirope de mora, huevos ... ¡casi reventamos!

Desayuno en Aya Uma
Parada técnica en Otavalo, tenemos que fotocopiar nuestro pasaporte siguiendo las instrucciones de Rodri, no entendemos el porqué, pero ya se sabe que donde manda patrón no manda marinero.

Tras un corto traslado, durante el que Rodrigo compra la comida para la excursión, estamos ante la Laguna de Cuicocha en un alojamiento llamado el Mirador. Aquí es donde dormiremos esta noche. Como la noche anterior ha llovido, las sábanas aún están húmedas y no tienen las habitaciones preparadas. Al menos las lavan, pienso, mirando con recelo las sábanas estampadas de flores en los tenderos. La solución es dejar todos los bártulos en la habitación cinco y vuelta al bus que nos lleva hasta el punto donde comenzaremos a andar.

Laguna de Cuicocha desde el Mirador
Nuestro primer día de caminata consiste en rodear la laguna, el recorrido nos llevará unas cuatro horas con paso tranquilo y no salvaremos más que unos 300 metros de desnivel. Estamos a una altura de 3.500 metros y en fase de aclimatación. Rodrigo ha pedido ayuda a los guías del Geco. Carlinos irá a mitad del grupo y Juanjo lo cerrará. Miguel se adelanta, necesita correr, ha estado muchos días inactivo y su cuerpo se queja, necesita prau.

Al inicio de la marcha nos acompaña una tenue neblina. Avanzamos por un sendero marcado rodeado de una vegetación que nos sorprende, en esencia parece que nos encontremos en Asturias, pero al reparar en cada planta de forma individual apreciamos la diferencia. Felipe disfruta como un enano, está en su salsa. Llegamos a un punto donde debería verse en la laguna, la bruma caprichosa no lo consiente. La Pachamama, término quechua para la Madre Tierra, no quiere dejarse ver en su plenitud, pero a cambio nos regala un ambiente digno de meigas. Aparecen las primeras cuestas, el camino presenta unos travesaños de madera a modo de escaleras, es muy cómodo. El parloteo cesa, la subida unida a la altura hace mella en nuestra respiración y al final recibimos nuestra recompensa: las nubes levantan y gran cráter volcánico de la Laguna de los Dioses con sus dos islotes se muestra ante nosotros.


Gecos en Cuicocha
En nuestro camino dejamos a un lado varios quioscos circulares deteniéndonos en que está situado más alto para comer.  Al fondo, intuimos una gran montaña, es el volcán Cotacachi y supera los 5.000 metros. Sentados en círculo en los asientos de nuestro improvisado comedor degustamos plátanos, sandía y pepino dulce, la fruta es muy sabrosa. El día anterior había comprado una empanadilla de queso en Otavalo, aprovecho para probarla. A todas luces la comida suministrada por Rodrigo es insuficiente para un grupo de fornidos montañeros como nosotros. A partir de aquí, sólo nos resta bajar. Según bordeamos la laguna va cambiando la perspectiva que tenemos de los islotes y del canal que los separa. Periódicamente una barca rompe la quietud del agua. El paisaje es fascinante. Naturaleza en estado puro.



Llegamos a la carretera, casi hemos completado el circuito y nos detenemos en la terraza de un edificio con vistas privilegiadas. Es el centro de interpretación de la Reserva Ecológica Cotocachi Cayapas. Dentro nos encontramos con diversos carteles informativos sobre las peculiaridades de la zona. Dejamos constancia de nuestro paso por el mismo en el libro de visitas y Carlos aprovecha para promocionar su blog indicando un “Serbal was here”.


Centro de interpretación Cotocachi Cayapas
Carretera abajo llegamos al embarcadero desde el que parte la barca que hemos divisado durante todo el día y a la que dentro de un rato nos subiremos. Sobre el mismo existe un complejo hotelero y varios puestos de baratijas enfocados al turismo. Me compro una pulsera trenzada de hilo amarilla y azul, hay que hacer patria.

Un corto tramo de empinado camino y llegamos al Mirador. El círculo se ha completado. Me toca la habitación 5, así que no tengo que mover bultos. Nos duchamos a la velocidad de vértigo. Miguel ha pactado con el barquero la salida y ésta será inmediata. Bajada supersónica por el camino y entre risas Miguel confiesa que era broma, que aún tardaremos un poco en partir. Nuestro espíritu consumista es insaciable y volvemos a los puestos.

Todos al barco con nuestro chaleco salvavidas. Además de los Gecos nos acompañan unos alemanes. Zarpamos. La agradable brisa, junto con el sol del atardecer hacen que  el trayecto sea muy placentero. El panorama desde el agua es diferente,  los acantilados son más grandiosos desde aquí. Vuelvo a sentir la inmensidad de la Pachamama.

La barca se detiene contra los juncos de uno de los islotes, el barquero insinúa una falta de combustible, típico chiste orientado a turistas. Comienza a explicarnos que nos encontramos en el cráter de un volcán que colapsó, si nos fijamos podemos observar pequeñas burbujas que proceden del fondo, son emisiones de azufre. Dos opciones para la vuelta, a través del Canal de los Ensueños o rodear el otro islote. No hay dudas, al canal que está más cerrado por los juncos de lo que pensábamos. Al llegar a tierra directos a tomar un canelazo, bebida con base de aguardiente y sabor a canela que se toma caliente. Estamos contentos.


Canal de los Sueños
Cenamos en un edificio que parece a medio construir al ser su fachada de ladrillo sin lucir. Paco y Miguel están desatados, en general todos destilamos alegría por los poros. Nos ofrecen sopa, pollo y plátano frito. Otra cosa que vamos aprendiendo: todas nuestras comidas se compondrán de una sopa, un plato fuerte en el que no falta el arroz y un postre. En la mesa de enfrente un grupo de franceses. Choca nuestro griterío frente a su tranquilidad. Llega un momento que comienzan a cantar, consiguen que nos callemos y que nos rindamos a la evidencia, en este aspecto no podemos competir con ellos. 

Cuando salimos fuera el cielo se ha llenado de estrellas. Se ve un astro brillante que pudiera ser Júpiter, recuerdo la cena de despedida en Asturias ... Antes de acostarnos nos quedamos de tertulia delante de las habitaciones. Ha sido un gran día.



Me acuesto dentro del saco sábana y con la toalla del Decatlhon en la almohada, las sábanas floreadas que tiene la cama no me generan confianza. No me gusta la habitación, está sucia, incluso se mantiene la ceniza la chimenea. No puedo explicarlo, pero me siento intranquila, malos presagios …

1 de agosto 2010 - La mitad del mundo

Amanece y el sol nos regala su mejor cara. El patio interior del hotel se ha llenado de bullicio con llegada de madrugada del resto del grupo. La cara sonriente de Miguel y las bromas de Paco me hacen comprender que ya han superado la larga jornada del viaje del día anterior. El desayuno en el hotel es igual al del día anterior con la única variación del jugo que hoy es de papaya. Eso sí, es más ruidoso y animado. ¡Qué alegría estar ya todos juntos!


Hotel San Francisco de Quito
A las nueve llega un ecuatoriano de edad incierta y de aspecto desaliñado. Se presenta como nuestro guía durante los quince días que dura el treking y se llama Rodrigo. En el patio del hotel nos colocamos todos a su alrededor y comienza su charla de concienciación y marcación de territorio: él es el jefe en las montañas a las que debemos temer, pues no son un juego de niños, amén de que seremos sometidos a una dura evaluación por su parte. Los Gecos ya han sufrido suficiente el día anterior y chocan las serias palabras de  Rodrigo con nuestras ganas de bromas.

Salimos en tropel a visitar el centro de Quito por la calle de las Siete Cruces a la Plaza de la Independencia. Nos detenemos en su centro donde existe una estatua en honor a los Héroes de la Independencia de España. Como difiere la historia según quien la cuente. En la escuela siempre nos han vendido ese espíritu de ensalzamiento patriótico al recordar aquello de que “en mi imperio nunca se pone el sol”, la visión del otro lado es de colonizadores sin escrúpulos.


Callejeando
Rápida visita a los pórticos del Palacio Presidencial y nos dirigimos a la Plaza de San Francisco.

Plaza de San Francisco
Hace mucho calor y como ya he tenido todo el día anterior para conocer el centro de la ciudad agradezco la sugerencia de tomar algo en una terraza que se encuentra en una esquina de la explanada. Tomamos cervezas, Pilsener, y jugos naturales. Poco a poco se va uniendo la parte del grupo que ha decidido entrar a conocer la iglesia que preside la plaza. Al pedir las bebidas de los que acaban de llegar la camarera dice que, como son más de las doce y debido a la legislación del país, no puede servir alcohol a no ser que sea acompañado de comida. Paco está indignado, la situación es ridícula, él que había pospuesto la cerveza por curiosear dentro del templo y resulta que ahora, por minutos, le es negada. El tema tiene canto, máxime ante la dudosa existencia de la famosa ley, pues creemos que el dueño del bar ha visto una oportunidad de negocio en servirnos también el almuerzo. Le sale el tiro por la culata. 

Vuelta al hotel a recoger el equipaje, hoy ya no dormiremos en Quito. Es domingo y el centro está cortado al tráfico. Petates al hombro, toca cargar con ellos un par de cuadras hasta el bus.




Llenamos el maletero y arriba. Conocemos a Emilio el conductor, pronto descubriremos que es un tipo genial.

Al poco estamos delante de un local llamado “Las Palmeras”, es el lugar donde comeremos y está  situado en un lateral del gran parque de Las Carolinas, gran espacio verde se encuentra lleno de domingueros intentando disfrutar del día de asueto.

Tras el almuerzo, dirección al Mueso Indígena del Centro del Mundo (que se encuentra a unos 25 km de Quito). Cuando el bus se detiene estamos ante unas chozas estilo teito, delante de ellas pasta una llama. Rodrigo saca los ticket para entrar y nos separamos en dos grupos. El mío está guiado por un chico que no creo llegue a los veinte, delgado, vivaracho y gran amante de la música rock española.


Museo Indígena de la Mitad del Mundo
Lo primero que nos enseña son unas serpientes enormes dentro de una urna colocada sobre el suelo y conservadas en formol, a continuación nos invita a levantar la vista, colgadas, a modo de trofeo, están las pieles de otras dos. Levanta un frasco, dentro un pequeño pez. Nos alerta de que no meemos en los ríos, pues el bicho en cuestión al olor de la urea se introduce por el conducto uretral siendo imposible su extracción a no ser que se efectúe cirugía … ¡Joder, si ye más pequeñu que una parrocha! Unos pasos más adelante utiliza un cartel ilustrativo para señalar los pasos que seguían los Shuar para realizar la reducción de cabeza o  Tzantza. Hasta ahora parece que estamos en el museo de los horrores.


LA TZANTZA (Reducción de Cabeza)
Pasamos por el Bosque de Tótems y llegamos al paralelo cero, estamos caminando sobre la línea del Ecuador. Latitud 00º 00´00´´.


Latitud 00º00´00´´
Ya veo el caldero, demostración práctica de la aceleración de Coriolis que tantos quebraderos de cabeza me dio en su día. El material utilizado: un fregadero con patas, debajo un cubo para recoger el agua. Primera parte del experimento, se deja caer el agua sobre el paralelo cero, el líquido cae a plomo sin ningún tipo de giro. Se mueve ahora hacia el Hemisferio Norte, en el desagüe, el agua gira en las agujas del reloj. Al hacerlo en el Hemisferio Sur gira en sentido antihorario. Sabía que esto ocurría, pero no dejo de sorprenderme de que en tan sólo un metro pueda apreciarse el efecto.


Experiencia Coriolis
Mientras unos observamos los colibrís en los árboles, otros se afanan en colocar un huevo sobre un clavo justo sobre la línea del Ecuador ¿Quién lo conseguirá?


Intentando poner un huevo sobre un clavo
Visitamos ahora una choza tradicional en la que habitan cuys. Entramos y no gritan, somos bien recibidos en la casa. El cuy al que nosotros llamamos conejillo de indias, es una exquisitez por estas latitudes y que nos alientan a probar. Lo siento, no contéis conmigo.

Termina la visita en un puesto que venta de productos tradicionales, primeras compras preludio de una fiebre consumista que no nos abandonará durante todo el viaje. Las pulseras trenzadas de hilo son la estrella.

A 200 m del Museo Indígena se encuentra el monumento de la Expedición Geodésica Francesa al Centro del Mundo, decidimos no entrar, pues aún nos quedan dos horas de carrera para llegar a Otavalo donde dormiremos.


Monumento Expedición Geodésica Francesa al Centro del Mundo
Rumbo Norte por la Panamericana, gran red de carreteras que atraviesan el continente americano de Norte a Sur. La conducción es temeraria y violenta, se realizan adelantamientos con doble raya continua. Desde la parte trasera del bus se anima a Emilio en sus adelantamientos. Nos detenemos, estamos atascados, más adelante parece que se ha producido un accidente, era de esperar …


Los carteles indican que hemos llegado a Otavalo, lo bordeamos, mismas construcciones a las que nos estamos habituando, casas bajas hechas de bloques de cemento y a medio terminar. El bus enfoca por un camino que en lugar de asfalto presenta raíles para llegar al pueblo de Peguche, nuestro hogar por esta noche es el Aya Uma.


Aya-Uma
Al fin estiramos las piernas. Un grupo de vecinos nos saludan con un “Hola gringitos”, menuda pinta guiris que debemos tener. Distribución de habitaciones, nos toca la 17, las cortinas son tapices tradicionales muy coloridos, así como el mantel que cubre una mesa en la que existe una jarra de agua ¡Qué pena que no tuviera dibujada una calavera! Ducha rápida, en breve tenemos que ir a cenar. Me da tiempo a visitar el bar en que ya se encuentran Rodrigo, Emilio, Paco y Miguel junto con la dueña del complejo, una holandesa que ha encontrado su sitio en esta parte del mundo, la conversación no puede ser más bonita : ¿Qué es el amor?


Comedor del Aya Uma (Otavalo)
Otra vez al bus. Comenzamos a comprender que en nuestra visita a Ecuador pasaremos gran parte del tiempo en el carro y cargando maletas. La cena consiste en sopa de tomate, pollo y tomate de árbol en almíbar en un restaurante de estilo tradicional. Regresamos al Aya Huma, estamos cansados y agradecemos irnos a dormir.

31 de julio 2010 - Quito

La luz se introduce en la habitación por la claraboya que existe en el techo: son las seis de la mañana. Las horas de sueño han sido reparadoras y tenemos ganas de comenzar con nuestra exploración, así a las siete ya estamos de paseo por el centro de Quito. La ciudad está desierta, no están puestas ni las aceras, ni rastro de las tiendas y bares bulliciosos que atisbábamos ayer a través de las ventanillas del coche. En cinco minutos llegamos a la Plaza de la Independencia, en una esquina se encuentra la Oficina de Información Turística. Cerrada.  Regresamos al hotel en la calle Sucre para tomar nuestro primer desayuno ecuatoriano: jugo de tomate de árbol, huevos revueltos, bollos con mermelada y mantequilla y café.

De vuelta a la calle la ciudad ya da muestras de estar despertando. Un local llamado el Túnel sirve para probar un milhojas made in Ecuador que nos comemos mientras caminamos por la a famosa calle de las Siete Cruces para alcanzar, por segunda vez en el día, la céntrica Plaza de la Independencia jalonada por el Palacio presidencial y la Catedral entre otros.

Plaza de la Independencia (Quito)
Seguimos hacia delante, han llamado nuestra atención las dos esbeltas torres al cielo del edificio que preside el horizonte, se trata de la Iglesia del Voto Nacional. Al paso que nos impone la fuerte pendiente de la calle contemplamos la maniobra de un autobús, cargado de turistas, que se ha encontrado con imprevistos al girar la esquina.

Iglesia del Voto Nacional
Llegamos a la explanada de la que, a nuestros ojos europeos, sería la catedral de la ciudad y compramos los boletos para acceder a las torres seguros de que las vistas no nos decepcionarán. Nos acompaña durante la visita un guía y dos asistentes en prácticas que nos ofrecen subir en ascensor, invitación que declinamos. Estamos en una iglesia moderna de estilo francés, neogótico, con planta en cruz latina y todavía inconclusa. Nos detenemos ante el rosetón, es precioso, en él están representados lirios y orquídeas, no en vano, existen más de 3.000 variedades en este país. A su lado ventanales carentes de vidrieras y protegidos por un cristal convencional.

Subimos a la torre de atrás, los escalones son muy inclinados y casi tenemos que trepar. Nos enteramos que nuestro guía ha hecho sus pinitos en la montaña contando entre su colección de cumbres con el Cotopaxi y el Chimborazo, ya nos ha ganado el corazón. Las vistas de Quito son excepcionales y podrían ser aún mejores si se disipara la niebla existente en la lejanía y que permitiría ver en todo su esplendor el Cotopaxi y otros volcanes andinos.

Centro histórico de Quito
Bajamos de esta torre y cruzamos a través de una pasarela improvisada de madera por el techo de la iglesia, el guía aprovecha para indicarnos que las gárgolas de la basílica presentan figuras de animales como caimanes, tortugas, monos típicos de la rica fauna ecuatoriana de las famosas Islas Galápagos. Más escalones y al fin coronamos la torre Norte, ¡nuestro primer tres mil!. El premio todo lo que pueden divisar nuestros ojos. 

Destrepe Torre Norte
El guía insiste en que visitemos en cementerio presidencial. Éste está bajo el patio en una cripta subterránea, se trata de dos largas hileras de tumbas elevadas. En la actualidad se encuentran casi todas vacías. En el fondo de la estancia un gran cóndor, símbolo nacional, y un atril desde el que, sospecho, se darán discursos muy solemnes. La estancia es bastante tétrica y lúgubre.

De vuelta al centro nos entretenemos en visitar diversas iglesias de la calle de las Siete Cruces, entre la que destaca la Iglesia de la Compañía, joya de la arquitectura quiteña, con fachada de estilo barroco y cubierta de pan de oro en el interior.


En nuestro deambular atravesamos la Plaza de San Francisco que se encuentra colmada de sillas dispuestas para algún festival y en un lateral se alza la Iglesia del mismo nombre para llegar a la calle La Ronda que visitaremos con asiduidad en todas nuestras pernoctas en la ciudad. 

Calle La Ronda
Comida en restaurante de esta calle. Estamos solos en un salón, son más de las dos, hora intempestiva para comer según las costumbres locales. Comienza el desfile: jugos de mora, guanábana y cerveza nacional que acompañan a las empanadas de verde, ceviche, fritada, corvina y camarones al ajillo. Gran comida y tertulia posterior, cuando nos levantamos son más de las cinco y sin muchas ganas.

El siguiente objetivo es subir al Panecillo en cuyo punto más alto se encuentra una estatua con una figura de la Virgen María alada que a todos nos parece un tanto macabra. Son casi las seis, en poco tiempo será de noche y tendremos una impresionante vista nocturna de la ciudad. Una de las peculiaridades de encontrarse tan cerca del paralelo cero es que el día y la noche tienen una variación en su duración casi imperceptible durante el transcurso de todo el año, así como la rapidez con la que amanece y anochece. Hay atasco durante la subida, parece que este hecho no es corriente, algún acontecimiento debe de provocarlo. Al rato entendemos la causa de la retención, es una procesión de enmascarados danzantes. Ya arriba tira la brisa, la noche ha caído totalmente y millones de luces, hasta donde la vista alcanza, nos indican la magnitud de la ciudad que tenemos a nuestros pies.

Quito nocturno
Regresamos al hotel, noticias difusas en la recepción, el resto del grupo no llega, su vuelo se ha cancelado. Nos miramos con perplejidad, no entendemos nada. Con la incertidumbre de saber dónde andarán los Gecos vamos a cenar.
Nos decidimos por un restaurante de nombre "Hasta la vista señor" y en conferencia telefónica con Dani nos informa que están todos en Caracas: retraso en la salida en Barajas, parada a "echar gasofa" en Isla Margarita han hecho que a las 10:00 h todavía se encuentren en suelo Venezolano. No obstante, mantienen la esperanza de que exista un avión con destino a Quito esa misma noche.
Más tranquilos cenamos lomo, filete de res empanado regados con jugos de piña y cerveza local.
A las 2:30 h me despierta el sonido del móvil, es Dani ¡Ya están en Quito! Finalmente a las 3:00 h podemos abrazar a los Gecos en el hotel. Ahora a dormir, mañana a la luz del día las peripecias del viaje se degradarán a una simple anécdota.