08 mayo 2012

5 de mayo 2012: En busca del paraíso perdido


Hay unos montes, aquellos que servían a los antiguos navegantes como punto de referencia para adentrarse en alta mar, con un poder de embrujo irreversible en quien alguna vez se ha atrevido recorrerlos. Son los Picos de Europa. Sus desniveles imposibles, sus profundas simas, sus canales vertiginosas y sus agrestes cimas facilitan un entorno de excepción para el montañero. Si a esto se le suma el espectáculo de colores del sol al reflejarse en la caliza, diferente en cada momento del día, tenemos la explicación al hechizo.

Un nuevo día por delante para recorrer estos montes divinos. La ruta prevista discurrirá por el macizo pre oriental en cuotas bajas, una de las partes más desconocidas y sorprendentes de Picos. Partimos del pueblo de Mildón ubicado a orillas del río Cares en la carretera AS-114 (Cangas de Onís - Panes). El inicio de la marcha se realiza por carretera serpenteante dirección al pueblo de Oceño perteneciente al concejo de Peñamellera Alta. Vamos ganando altura sin dificultad ampliando, así, el campo de visión. Abajo un azul celeste río Cares sobre un lecho de erosionada roca caliza, enfrente un murallón del mismo material del que surgen arboles que parecen transgredir todas las leyes de la física, a nuestro lado praos que muestran una incipiente primavera.


Río Cares
Antes de llegar al pueblo nos desviamos a una pista que abandonamos pronto antes de llegar a una cabaña, tras un breve ascenso por un sendero llegamos a una portilla donde un nuevo valle, en cuyo fondo discurre el Río Mildón, se abre ante nosotros. Caminamos por un sendero bien marcado a media ladera. Poco a poco vamos descendiendo al cauce del río, cuando lo alcanzamos podemos contemplar un conjunto de bañeras talladas en la roca llenas de un agua limpia y cristalina que se encuentran separadas entre sí por pequeñas cascadas. Un juego de agua natural a modo de spa en el que nos apetece zambullirnos.




Avanzamos con precaución por encontrarse el camino mojado en medio de una exuberante vegetación al arrullo del fluir del agua. Mil y una imágenes en la retina, la naturaleza campa a sus anchas a nuestro lado.




Voy contemplando cada rincón, cámara en mano queriendo inmortalizar cada momento, sorbiendo cada minuto de este regalo de excursión y deseando que no termine nunca. Es la segunda vez que paseo por estos parajes, la primera fue  de la mano del gran Ángel Sánchez Antón, cicerone de excepción de estos parajes cuyos secretos detalla milimétricamente en su libro Macizo Nororiental de los Picos de Europa. A pesar de ser terreno pisao el camino presenta novedosas infraestructuras con respecto a mi paso anterior que obligan a los peñucos a guardar la vez para para alcanzar el otro lado del río. En la imagen la muestra de esta gran obra de ingeniería y su forma de utilización, aunque, en honor a la verdad, existen evidencias gráficas otras variantes de empleo ... allá cada cual.   


                                                            Foto de Xuan Lobelle
Proseguimos en medio un bosque sobre un camino de hojas flanqueado por tapiz de musgo verde que incluso trepa por los árboles. Es tan mágico que no nos sentiríamos extrañados si de repente surgiera algún trasgu a burlarse de nosotros. Al dejarlo atrás tras una breve y empinada cuesta alcanzamos la Redondina.



Nuestro siguiente objetivo es el colláu de Les Cuerres, punto más alto de la excursión. Desde donde nos encontramos debemos salvar unos 300 metros de desnivel atravesando el bosque y con una fuerte pendiente. Una vez allí ya vemos la hermosa majada del Vierru.


Vierru desde Les Cuerres
Se pone negro, parece que la costa está lloviendo, antes de llegar al Vierru, como diría Obélix, el cielo cae sobre nosotros, por lo que no nos detenemos en esta magnífica majada y volvemos a internarnos en la masa forestal. De repente el sol vuelve a hacer su aparición consciente que debe lucir en el acto final del día. Cruzamos un gran argayu y proseguimos  la marcha por un precioso hayedo cruzando diversos saltos de agua hasta que llegamos a la Pernal. A partir de aquí terreno desconocido para mí.


Descendemos hasta el cauce del río Miñances y por terreno complicado, de piedra en piedra, vamos sorteando los diferentes obstáculos que nos salen al encuentro. De repente aparece ante nosotros el Saltu del Caleyu, una cascada de agua con una altura cercana al centenar de metros situada en un lugar de difícil acceso y rodeada de naturaleza virgen. Sin duda un lugar bucólico, un paraíso perdido ...



Parece que la excursión ya no puede depararnos más sorpresas, sin embargo nuestra marcha discurre justo por la caja del río. Llega un momento que debemos detenernos pues tenemos ante nosotros un sedo, provocado por una pequeña cascada, que cuelga unos 15 metros sobre el río, un tanto peligroso por encontrarse totalmente mojado. El guía de la ruta y sus secretarios en previsión de este escollo ha porteado cuerda y cintas express para equipar el paso con un pasamanos y, así, de uno en uno, lo pasamos con éxito.




De aquí a la carretera un suspiro y con un km y medio más nos encontramos, de nuevo, en Mildón. 
Esta crónica sólo puede concluirse de una forma y es con el sabio consejo del guía de esta excursión: "siempre hay que seguir el culo del guía". Eso hemos hecho Paco y no nos ha ido nada mal. ¡Gracias!


Paco´s adventure team

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