23 agosto 2011

3 agosto 2010 - El Fuya - Fuya

Es media noche. Desde que me acosté sólo he conseguido dormitar. Durante el resto de la noche mi compañero de habitación realiza varias visitas al baño pues tiene una diarrea bestial  acompañada de horribles vómitos que parecen salir de lo más profundo de sus entrañas. Está siendo una noche horrible y tremendamente larga. La cabeza da vueltas al amparo de la oscuridad. Siento la imperiosa necesidad de que amanezca.

Cuando comienza a clarear la luz viene acompañada del sonido de la lluvia. He dormido apenas media hora. No hemos sido los únicos que hemos sufrido, la noche ha sido movida también para otros Gecos. Creemos que se trata de una intoxicación alimenticia, pero ha dejado a varios componentes del grupo muy tocados. Con semejante panorama desayunamos. La mayoría evitamos el zumo por temor a que sea ésta la causa de que caigamos enfermos, pues creemos el agua que han utilizado la noche anterior es de la llave y no embotellada, por el contrario las rosquillas tienen buena venta. Rodrigo nos insta a que cojamos alguna para comer después. Sigo su consejo.

El plan es que quien no se encuentre con fuerzas se quede en un hotel en Otavalo, mientras el resto sube al Fuya-Fuya. Yo casi no he dormido y dudo sobre qué hacer. Me convencen para que me vaya de excursión, me ayudará en mi proceso de aclimatación. Llegamos al hotel de nombre Otavalo, está super limpio y tiene un patio central cubierto con sillones. Contrasta con la corripa en la que hemos dormido. Sentados en sillones, dignos de altos mandatarios en sus reuniones en la cumbre, dejamos a parte del personal. Antes de salir nos aprovisionamos en un super cercano: totallitas, papel higiénico, bolsas de basura, chocolate y Gatorade se encuentran entre los productos más demandados.

El acercamiento al Fuya-Fuya lo hacemos en bus. En el camino recogemos a Fernando, será el guía de apoyo a Rodrigo durante la ascensión. Subimos por una pista empedrada hasta la bella Laguna de Mojanda, fin de nuestro billete. Como ayer el día no está limpio, pero hay visibilidad suficiente para divisar nuestro objetivo.


Fuya-Fuya
Comenzamos a andar, me siento inquieta, la inmensidad que me rodea me abruma, parece que la Pachamama quiera devorarme, las pocas horas de sueño y el desasosiego vivido por la noche también contribuyen a este sentimiento. El desnivel que tenemos que salvar es de tan solo 600 metros, pero picu arriba, los caminos en zeta no tienen cabida en Ecuador.



Progresamos por un sendero dentro de un pajonal (hierba alta). Lentamente vamos ganando altura aunque el barro existente, junto con la dura pendiente hace bastante incómodo el avance. Como siempre voy en las posiciones de cola del pelotón. Alcanzamos la primera cima, es bastante amplia y en su centro hay un pequeño charco y unos antiestéticos pulgos de naranja. Desde aquí podemos avistar la cumbre principal, sólo nos separa una cresta, parece que tendremos que trepar.

Primera cumbre del Fuya-Fuya
Dejamos atrás la cumbre secundaria y, en contra de lo que pensaba, no nos dirigimos a la cresta, sino que bordeamos por la ladera y por una canal que, hasta ahora, nos quedaba oculta enfilamos hacia la cima. La canal es preciosa y está tapizada por gran variedad de plantas exóticas. Desde arriba Rodrigo nos apremia para que no nos quedemos mucho rato en la misma. 


Bajada cumbre secundaria Fuya-Fuya
Canal subida Fuya-Fuya          

En su punto más alto hay una trepada no demasiado fácil, me empujan y de aquí a la cumbre un paseo. Cuando llego ya han comenzado los festejos: gritos, fotos, banderas, besos y abrazos. Estoy llorando, sin embargo, estoy más relajada, la preocupación y ansiedad se van alejando. El paisaje me encandila, es salvaje, digno del mejor decorado de una película del Señor de los Anillos.







La bajada la realizamos justo enfrente de por donde hemos subido, la idea es hacer un circuito.  El camino está peligroso por el barro, después suaviza al llegar a los praos.


Bajando del Fuya-Fuya
Al llegar al bus nos reencontramos con Emilio que lo ha custodiado perfectamente durante nuestra ausencia, parece que han merodeado por las cercanías un par de vehículos sospechosos. En Otavalo recogemos al resto, tienen buena cara, se encuentran mucho mejor.

Nuestra siguiente parada en el camino será un centro comercial ultramoderno en la ciudad de Ibarra. Estamos al norte del país y muy cercanos a la frontera con Colombia. Esta proximidad hace que esta región sea una de las más ricas, viviendo, en esencia, de una actividad comercial. El complejo nos sorprende, hemos entrado en otra dimensión, tremendo contraste con lo que hemos visto hasta este momento de Ecuador. En el baño el papel higiénico es dispensado mediante una máquina provista de una célula fotoeléctrica que lee las manos, la farmacia es gigante y nuestras botas llenas de barro tras nuestros pasos sintamos una escoba, tiendas de última moda y el super centro ferretero donde posteriormente adquirimos unos termos para doparnos a base de mate de coca.

Supercentro ferretero


Después de hidratarnos nos vamos al carro para llegar a La Esperanza, lugar encantador con un trato exquisito de los dueños. Para los que todavía no están bien les ofrecen un té especial a base de zanahoria, sal, limón y azúcar. Tras la cena nos vamos a dormir, estamos rendidos.


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