25 agosto 2011

2 julio 2010 - Explorando el terreno

Nuestra cita con el grupo es a las 9:30 h con la mochila preparada en el Camping Gletscherdorf. Allí nos encontramos con todos, la noche les ha sentado bien. Hay un sol radiante y nuestro objetivo es la estación intermedia de nombre Klein Scheidegg, punto en el que confluyen los trenes que suben desde Grindelwald y Lauterbrunnen y en el que es preciso apearse para coger al tren que sube directo al Jungfraujoch. Desde donde nos encontramos ya lo podemos divisarla a lo lejos.

Atravesamos el camino de grava que atraviesa longitudinalmente el camping dejando a ambos lados las caravanas de los veraneantes. Salimos a un sendero asfaltado, existen miles de este tipo en Grindelwald, hasta llegar al río. De manera paulatina, vamos ganando altura por senderos perfectamente marcados.



Vuelve el calor. Me recuerda al de la excursión del mes de mayo al Recuencu. El camino está salpicado de fuentes tradicionales de madera que calman nuestra sed con su fresca agua y de pequeñas cabañas bajo las que refugiarse del sol abrasador.


Trinkenwasser
Mientras Grindelwald se hace pequeño a nuestra izquierda el Eiger nos va mostrando, cada vez más cercana, su majestuosa cara norte. En nuestro caminar nos acompañan los trenes ascienden por la vía cercana, arribando, seguro, al enlace con el Jungfraubahn.




Klein Scheidegg. Tiendas de souvenirs, bares y atestada de grupos de orientales. Realmente Pedro el de Oxígeno no se equivocó con lo que éste era el tren más turístico de Alpes. Al otro lado de la vía, universo de hielo y roca coronado por el Jungfrau. Jungfrau, “La Doncella”, 4.158 m, uno de los Picos dentro de la lista. Ya en este momento se me antojó intratable. Las montañas engañan, pensé, desde la otra cara será más fácil su ascensión. El bocata lo tomamos sobre el hangar del tren. Gran depósito cuyo tejado cubierto de hierba sirvió de parapeto desde que contemplar descolgarse glaciares y cascadas hacia el valle. Vistas de excepción.
El regreso al camping nos lo indican negros nubarrones. Nos vamos contentos con la exploración. En unas horas volveremos de nuevo a la estación intermedia, pero esta vez justo el tiempo de cambiar al tren con destino a las nubes.
A mitad del camino nos encontramos un self service made in Suiza. Una nevera que se abastece eléctricamente a través de una placa solar colocada sobre el tejado de la pequeña caseta que la contiene. Dentro trozos de queso envasados al vacío y convenientemente etiquetados con su precio, a su lado un bote a modo de caja lleno del hoy tan deseado cash. ¿Están locos estos suizos? Estamos asombrados y nos sentimos unos bárbaros con la cultura de vida pícara tan arraigada en nuestro país, pensamos que si colocaran algo así aquí no quedarían ni las maderas.
En las primeras cabañas a la entrada a Grindelwald el cielo cae sobre nosotros. Inés, Juanjo y yo vamos más rezagados y nos resguardamos en una cabaña al lado de una pila perfectamente formada de madera. Ese olor del agua al mezclarse con el terreno, la madera y la yerba es absolutamente familiar. La tormenta es más fuerte que la del día anterior, incluso graniza. En cuanto amaina salimos de nuestro cobijo camino a casa. Al final nuestro paseo se ha convertido en 20 km y 1000 m de desnivel.
Ya en el camping, tras la típica cena en estos casos, tenemos por delante a la ardua tarea de la preparación de la mochila para tres días y dos noches en altura. Jose inventa una nueva técnica dentro de la logística montañera: dentro de la mochila grande introduce una pequeña de ataque a la cumbre, este método le permitirá una rapidez inusitada en el refugio. Completar este complejo sistema le ha llevado una hora y media de reloj. Mañana comprobará su eficacia.
Hoy toca dormir en el suelo sobre una esterilla que realiza funciones más aislantes que de confort. A pesar de esta incomodidad me duermo feliz. Mañana contemplaré de cerca las grandes montañas el Oberland Bernés.

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