22 agosto 2011

1 de agosto 2010 - La mitad del mundo

Amanece y el sol nos regala su mejor cara. El patio interior del hotel se ha llenado de bullicio con llegada de madrugada del resto del grupo. La cara sonriente de Miguel y las bromas de Paco me hacen comprender que ya han superado la larga jornada del viaje del día anterior. El desayuno en el hotel es igual al del día anterior con la única variación del jugo que hoy es de papaya. Eso sí, es más ruidoso y animado. ¡Qué alegría estar ya todos juntos!


Hotel San Francisco de Quito
A las nueve llega un ecuatoriano de edad incierta y de aspecto desaliñado. Se presenta como nuestro guía durante los quince días que dura el treking y se llama Rodrigo. En el patio del hotel nos colocamos todos a su alrededor y comienza su charla de concienciación y marcación de territorio: él es el jefe en las montañas a las que debemos temer, pues no son un juego de niños, amén de que seremos sometidos a una dura evaluación por su parte. Los Gecos ya han sufrido suficiente el día anterior y chocan las serias palabras de  Rodrigo con nuestras ganas de bromas.

Salimos en tropel a visitar el centro de Quito por la calle de las Siete Cruces a la Plaza de la Independencia. Nos detenemos en su centro donde existe una estatua en honor a los Héroes de la Independencia de España. Como difiere la historia según quien la cuente. En la escuela siempre nos han vendido ese espíritu de ensalzamiento patriótico al recordar aquello de que “en mi imperio nunca se pone el sol”, la visión del otro lado es de colonizadores sin escrúpulos.


Callejeando
Rápida visita a los pórticos del Palacio Presidencial y nos dirigimos a la Plaza de San Francisco.

Plaza de San Francisco
Hace mucho calor y como ya he tenido todo el día anterior para conocer el centro de la ciudad agradezco la sugerencia de tomar algo en una terraza que se encuentra en una esquina de la explanada. Tomamos cervezas, Pilsener, y jugos naturales. Poco a poco se va uniendo la parte del grupo que ha decidido entrar a conocer la iglesia que preside la plaza. Al pedir las bebidas de los que acaban de llegar la camarera dice que, como son más de las doce y debido a la legislación del país, no puede servir alcohol a no ser que sea acompañado de comida. Paco está indignado, la situación es ridícula, él que había pospuesto la cerveza por curiosear dentro del templo y resulta que ahora, por minutos, le es negada. El tema tiene canto, máxime ante la dudosa existencia de la famosa ley, pues creemos que el dueño del bar ha visto una oportunidad de negocio en servirnos también el almuerzo. Le sale el tiro por la culata. 

Vuelta al hotel a recoger el equipaje, hoy ya no dormiremos en Quito. Es domingo y el centro está cortado al tráfico. Petates al hombro, toca cargar con ellos un par de cuadras hasta el bus.




Llenamos el maletero y arriba. Conocemos a Emilio el conductor, pronto descubriremos que es un tipo genial.

Al poco estamos delante de un local llamado “Las Palmeras”, es el lugar donde comeremos y está  situado en un lateral del gran parque de Las Carolinas, gran espacio verde se encuentra lleno de domingueros intentando disfrutar del día de asueto.

Tras el almuerzo, dirección al Mueso Indígena del Centro del Mundo (que se encuentra a unos 25 km de Quito). Cuando el bus se detiene estamos ante unas chozas estilo teito, delante de ellas pasta una llama. Rodrigo saca los ticket para entrar y nos separamos en dos grupos. El mío está guiado por un chico que no creo llegue a los veinte, delgado, vivaracho y gran amante de la música rock española.


Museo Indígena de la Mitad del Mundo
Lo primero que nos enseña son unas serpientes enormes dentro de una urna colocada sobre el suelo y conservadas en formol, a continuación nos invita a levantar la vista, colgadas, a modo de trofeo, están las pieles de otras dos. Levanta un frasco, dentro un pequeño pez. Nos alerta de que no meemos en los ríos, pues el bicho en cuestión al olor de la urea se introduce por el conducto uretral siendo imposible su extracción a no ser que se efectúe cirugía … ¡Joder, si ye más pequeñu que una parrocha! Unos pasos más adelante utiliza un cartel ilustrativo para señalar los pasos que seguían los Shuar para realizar la reducción de cabeza o  Tzantza. Hasta ahora parece que estamos en el museo de los horrores.


LA TZANTZA (Reducción de Cabeza)
Pasamos por el Bosque de Tótems y llegamos al paralelo cero, estamos caminando sobre la línea del Ecuador. Latitud 00º 00´00´´.


Latitud 00º00´00´´
Ya veo el caldero, demostración práctica de la aceleración de Coriolis que tantos quebraderos de cabeza me dio en su día. El material utilizado: un fregadero con patas, debajo un cubo para recoger el agua. Primera parte del experimento, se deja caer el agua sobre el paralelo cero, el líquido cae a plomo sin ningún tipo de giro. Se mueve ahora hacia el Hemisferio Norte, en el desagüe, el agua gira en las agujas del reloj. Al hacerlo en el Hemisferio Sur gira en sentido antihorario. Sabía que esto ocurría, pero no dejo de sorprenderme de que en tan sólo un metro pueda apreciarse el efecto.


Experiencia Coriolis
Mientras unos observamos los colibrís en los árboles, otros se afanan en colocar un huevo sobre un clavo justo sobre la línea del Ecuador ¿Quién lo conseguirá?


Intentando poner un huevo sobre un clavo
Visitamos ahora una choza tradicional en la que habitan cuys. Entramos y no gritan, somos bien recibidos en la casa. El cuy al que nosotros llamamos conejillo de indias, es una exquisitez por estas latitudes y que nos alientan a probar. Lo siento, no contéis conmigo.

Termina la visita en un puesto que venta de productos tradicionales, primeras compras preludio de una fiebre consumista que no nos abandonará durante todo el viaje. Las pulseras trenzadas de hilo son la estrella.

A 200 m del Museo Indígena se encuentra el monumento de la Expedición Geodésica Francesa al Centro del Mundo, decidimos no entrar, pues aún nos quedan dos horas de carrera para llegar a Otavalo donde dormiremos.


Monumento Expedición Geodésica Francesa al Centro del Mundo
Rumbo Norte por la Panamericana, gran red de carreteras que atraviesan el continente americano de Norte a Sur. La conducción es temeraria y violenta, se realizan adelantamientos con doble raya continua. Desde la parte trasera del bus se anima a Emilio en sus adelantamientos. Nos detenemos, estamos atascados, más adelante parece que se ha producido un accidente, era de esperar …


Los carteles indican que hemos llegado a Otavalo, lo bordeamos, mismas construcciones a las que nos estamos habituando, casas bajas hechas de bloques de cemento y a medio terminar. El bus enfoca por un camino que en lugar de asfalto presenta raíles para llegar al pueblo de Peguche, nuestro hogar por esta noche es el Aya Uma.


Aya-Uma
Al fin estiramos las piernas. Un grupo de vecinos nos saludan con un “Hola gringitos”, menuda pinta guiris que debemos tener. Distribución de habitaciones, nos toca la 17, las cortinas son tapices tradicionales muy coloridos, así como el mantel que cubre una mesa en la que existe una jarra de agua ¡Qué pena que no tuviera dibujada una calavera! Ducha rápida, en breve tenemos que ir a cenar. Me da tiempo a visitar el bar en que ya se encuentran Rodrigo, Emilio, Paco y Miguel junto con la dueña del complejo, una holandesa que ha encontrado su sitio en esta parte del mundo, la conversación no puede ser más bonita : ¿Qué es el amor?


Comedor del Aya Uma (Otavalo)
Otra vez al bus. Comenzamos a comprender que en nuestra visita a Ecuador pasaremos gran parte del tiempo en el carro y cargando maletas. La cena consiste en sopa de tomate, pollo y tomate de árbol en almíbar en un restaurante de estilo tradicional. Regresamos al Aya Huma, estamos cansados y agradecemos irnos a dormir.

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